jueves, 10 de noviembre de 2016

Antiguos pueblos Romanos



Primeros habitantes
Difícil es determinar cuáles fueron sus primeros habitantes. Los Aborígenes debieron ser anteriores a una raza jafética, llamada de los Tirsenos, Rasenas o Tirrenios, los cuales dieron su nombre al mar occidental, mientras que el oriental lo tuvo de Adría, ciudad igualmente tirrena.

Pertenecen estos a la edad fabulosa de Jano, Júpiter y los Sátiros, como también los Vénetos, los Euganeos, los Opobios, los Camunios y los Lepontios, y tal vez los Tauriscos, los Etruscos, los Opicos y los Oscos o Toscos; considerados todos como diferentes de los Sículos y de los Pelasgos. Dieciocho siglos antes de J C, fueron a Italia los Iberos, los cuales, viniendo de la Armenia llegaron hasta España.

A esta raza pertenecían los Ligurios de la Alta Italia, los Ítalos que se extendían entre la Marca y el Tíber, y los Sicanos, considerados por algunos historiadores como originarios del Epiro, y asimilados a los Pelasgos.

Celta es el nombre de una numerosa estirpe nórdica, una de cuyas ramas ocupó la Italia bajo el nombre de Umbros, y se dividió en tres bandas: Oll-Umbria, entre el Apenino y el Jonio; Is-Umbria, alrededor del Po; y Vil-Umbria, que fue luego Etruria; quedando el país oriental para los Iberos. La primera fecha histórica es la fundación de Ameria, trescientos ochenta y un años antes de Roma. Contemporáneos de estos grandes pueblos fueron otros pequeños, como los Titanes, los Cíclopes y los Lestrigones, que parecen oriundos de la raza de Cam y procedentes del África.

Pelasgos
Como conquistadores y civilizadores aparecen luego los Pelasgos, gente industriosa que en todas partes precedió a los pueblos de gran renombre. Tal vez llegaron los primeros con Peucetio y Enotro, diecisiete generaciones antes de la guerra de Troya; nunca fueron verdaderos dueños de la península, pero siempre estuvieron armados luchando contra los Sículos, único pueblo de que Homero hace mención en Italia y que los Pelasgos rechazaron hasta la isla.

Otros, procedentes de la Dalmacia, fabricaron, 14 siglos antes de JC, y en la desembocadura del Po, la ciudad de Espina, combatieron con los Umbros, y juntamente con los Aborígenes de la Sabina fundaron ciudades en el Apenino, de las cuales aún quedan murallas de grandes dimensiones, compuestas de enormes peñascos, unas veces toscos y otras tallados; mientras hay quien los considera como bárbaros feroces, los elogian otros por haber introducido el alfabeto, el hogar doméstico y la piedra de límite, es decir, la familia y la propiedad. Sorprendidos por graves desventuras, inundaciones, erupciones y sequías, abandonaron la Etruria, emigraron muchos de ellos, y otros fueron sometidos a nuevos pobladores y reducidos a la esclavitud.
Etruscos

1/Introducción
Fuentes literarias, históricas, arqueológicas, epigráficas o numismáticas.

Las fuentes históricas, nos dicen que estaban situados entre el Tíber y el Arno, el Tirreno al este, y los Apeninos al oeste.
Las fuentes literarias que hablan de este pueblo están impregnadas de un cierto romanticismo y misterio, es un pueblo considerado como fatalista no es una novedad y predestinado a un fin. Creían que el destino era ineludible, que todo estaba previsto.

Su cosmogonía decía que el mundo duraría unos 12000 años y de éstos, los 6000 últimos serían protagonizados por el hombre y Etruria (Toscana), solo poseía una parcela de esos 6000 años. En cualquier caso, los planteamientos coincidían en que este pueblo desapareció como cultura en torno al Siglo I d.C. Esto es lo que dicen las fuentes.

Yendo a las históricas, sorprende en primer lugar porqué los etruscos alcanzaron un alto desarrollo cultural con respecto a los demás pueblos de la Península Itálica y porqué además en este lugar y no en otro de condiciones similares. La respuesta pudiera ser el amplio contacto del pueblo etrusco con el mundo griego; ya desde el Siglo VII a.C., sobre el 650.¿y porqué con los etruscos? Según Redondo, por que los contactos con los griegos se habían producido con mucha mayor anterioridad, aunque eran contactos interrumpidos con la etapa oscura del mundo griego. Pero se plantea la posibilidad que estos contactos ya se dieran desde la época micénica griega.

El pueblo etrusco, aunque se desarrolla por este concepto desde el Siglo VII, sin embargo no se convierte en un simple imitador de una cultura superior, sino que impone su sello personal a esa aculturación impresionando incluso a los griegos y romanos, que se benefician de los logros de este pueblo.

Aún hoy este pueblo plantea problemas, que le hacen misterioso, pues sus propias fuentes de información son indescifrables. Este es el caso de su escritura; se sabe que le fue proporcionada por los griegos de Cumas (Sur de Roma) y es griego en su variedad Calcídica, sistema de escritura que adaptaron a las necesidades fonéticas etruscas. Se conoce, por tanto, su escritura pero no su lengua, que no es indoeuropeo, ni está, al parecer, emparentada con ninguna otra lengua conocida en la antigüedad.

La epigrafía tampoco nos sirve de gran ayuda por que los epígrafes conservados tienen escaso contenido historiográfico. Son inscripciones bien funerarias, bien votivas. Tampoco la epigrafía nos permite conocer la estructura de su lengua.

Hay que recurrir, por tanto, a la arqueología que es extraordinariamente rica. Pero no deja de ser arqueología y hay que tener presente las limitaciones de esta ciencia, que puede decir muchas cosas; cómo vivían, qué comían, dedicación económica; pero da lugar a interpretaciones diversas sobre el mundo del intelecto y por eso se requiere precaución de recurrir así a planteamientos comparativos entre el mundo griego y el mundo etrusco.
Los pueblos itálicos en el siglo VIII a. C.
Hacia el siglo VIII a.C. en que según la leyenda se fundó la ciudad de Roma coexistían en el área centrada en el mar Tirreno, las civilizaciones fenicia, griega y etrusca. Esta última directamente colindante con los pueblos itálicos, principalmente los latinos habitantes de la zona del Lazio, al sur del río Tíber, había desarrollado con ellos una convivencia que permitió a los latinos, sin perder su identidad étnica, asimilar muchos componentes de la superior civilización etrusca.
Los etruscos, aliados con los cartagineses, habían logrado expandir su hegemonía desde la llanura del Po hasta bien al sur del río Tíber; pero debieron enfrentar en el siglo VI a.C. la presión que desde las estribaciones de los Alpes ejercía otro pueblo, los galos cisalpinos, que invadieron las fértiles llanuras de la cuenca del Po. Enfrascados los etruscos en resistir a los galos, por un lado, y los griegos y cartagineses en sus contiendas por el dominio en el Tirreno, se establecieron las condiciones que habrían de permitir que la novel ciudad de Roma lograra finalmente imponer su dominio.

En el siglo VIII a.C., la ciudad latina más importante era la ya antigua Alba, situada al sur del río Tíber y a cierta distancia de las costas del mar Tirreno; que atribuía su origen a descendientes del héroe troyano Eneas, emigrado al Lazio desde Troya, cuando esta ciudad fuera tomada por los griegos, según los relatos efectuados por Homero en “La Ilíada”.
Fundación de Roma.
Los orígenes remotos de la ciudad de Roma, se pierden en la leyenda; siendo seguramente anteriores al año 754 a.C. en que ulteriormente las autoridades romanas fecharon su fundación.

Del mismo modo, siendo improbable que su fundación haya surgido de una acción explícita y deliberada, las tradiciones romanas posteriores adornaron su surgimiento con diversas leyendas, recogidas especialmente por el historiador romano Tito Livio, que vinculan el origen de Roma a un linaje de dioses y héroes.

Roma y la loba del Capitolio
Según la leyenda de los orígenes de Roma, un hijo del héroe troyano Eneas, (hijo de Marte, el dios de la guerra y de una princesa latina), Ascanio, había fundado sobre la orilla derecha del río Tíber la ciudad de Alba Longa; ciudad latina sobre la cual reinaron numerosos de sus descendientes, hasta llegar a Numitor y su hermano Amulio. Este último destronó a Numitor; y para evitar que tuviera descendencia que pudiera disputarle el trono, condenó a su hija Rea Silvia a permanecer virgen como vestal, sacerdotisa de la diosa Vesta.
Sin embargo, Marte, el dios de la guerra, engendró en Rea Silvia a los mellizos Remo y Rómulo. Por ese motivo, al nacer los mellizos fueron arrojados al Tíber dentro de una canasta, la cual encalló en la zona de las siete colinas situadas cerca de la desembocadura del Tiber en el mar; siendo recogidos por una loba que se acercó a beber, y que los amamantó en su guarida del Monte Palatino, hasta que fueron hallados y rescatados por un pastor cuya mujer los crió.

Cuando fueron mayores, los mellizos restituyeron a Numitor en el trono de Alba Longa, y decidieron fundar, como colonia de Alba Longa, una ciudad en la ribera derecha del Tíber, en donde habían sido amamantados por la loba; y ser sus Reyes.

Cerca de la desembocadura del Tíber existían las siete colinas: los montes Capitolio, Quirinal, Viminal, Aventino, Palatino, Esquilino y Celio. Rómulo y Remo discutieron acerca del lugar donde fundar la ciudad; y resolvieron la cuestión consultando el vuelo de las aves, a la usanza etrusca. Mientras sobre el Palatino Rómulo divisó doce buitres volando, su hermano en otra de las colinas sólo vió seis. Entonces, Rómulo, con un arado trazó un recuadro en lo alto del monte Palatino, delimitando la nueva ciudad, y juró que mataría a quien lo traspasara. Despechado, su hermano Remo cruzó despectivamente la línea, ante lo cual su hermano le dió muerte, quedando entonces como el único y primer Rey de Roma. Según la versión de la historia oficial de Roma antigua, eso había ocurrido en el año 754 a.C.

La imagen de la llamada loba capitolina - en referencia al otro Monte cercano, el Capitolio - amamantando a los mellizos, es el símbolo de la ciudad de Roma. Se trata de una escultura en bronce, que se considera de origen etrusco, datada alrededor del año 470 a.C., que se conserva en el Museo Capitolino de Roma; y a la cual Dante alude en su “Divina Comedia”.
Otra leyenda ligada a la fundación de Roma, es la del rapto de las sabinas. Según ella, los primeros pobladores de Roma deseaban casarse con unas jóvenes de la tribu de los Sabinos, que habitaban sobre la cercana colina del Quirinal; pero sus padres se opusieron. Remo invitó a las familias sabinas a una fiesta religiosa en Roma, en cuya oportunidad las jóvenes sabinas fueron raptadas; lo que determinó a los sabinos a desafiar a los romanos a una guerra, que no pudo llevarse a cabo porque las sabinas se interpusieron entre ambos bandos.

En los hechos, las colinas cercanas a la desembocadura del Tíber habrían contado con diversas aldeas latinas desde bastante tiempo antes de la época en que la leyenda ubica la fundación de Roma; las cuales probablemente terminaron creciendo hasta integrarse en una única ciudad. Hacia el siglo VII a.C., la expansión etrusca en la zona del Lacio las colocó bajo una dominación no demasiado opresiva, lo cual queda de manifiesto por la presencia de los reges etruscos, pero que impulsó el predominio de las costumbres, la cultura y la economía de los etruscos.

A pesar de que conforme a la leyenda Roma habría sido fundada como una colonia de la latina Alba Longa, la originaria población latina fue integrada rapidamente con muchas personas de origen etrusco; lo que llevó a que rapidamente se haya convertido en una importante plaza industrial y comercial cuyo trazado, arquitectura, monumentos y otros elementos, tuvieran afinidad con la cultura etrusca.




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